A finales de los años 80 y principio de los 90 y hablo desde mi experiencia, de haberlo vivido en vivo y en directo junto a mi marido Francisco Ruiz más conocido como “herrerita” (apodo heredado de su padre y éste a su vez de su abuelo, del cual se sienten muy orgullosos), hubo un cambio radical en el cultivo de la huerta. Él trabajaba en la construcción y tenía unas inquietudes que no podía llevar a cabo, pues no tenía ni tierra ni dinero para comprar. Eran tiempos malos para la huerta, era necesario un cambio porque el sistema estaba envejecido. Todos los jóvenes buscaban trabajo fuera y los mayores no estaban capacitados para el giro que necesitaba el sector, ni dispuestos por su edad y cansancio, a hacer el gasto que conllevaba ese cambio.
Heredamos un pequeño trozo de huerta y compramos otro más, estaba barato, pues nadie quería huerta y Francisco, mi marido, empezó a poner en práctica sus ideas. Yo no se lo puse fácil (pero él tampoco me dejó otra opción), pensaba que era invertir unos pequeños ahorros muy "sudados” en una causa perdida. Creo que fue pionero en la comarca, desde luego en nuestra aldea Sotogordo lo fue, lo que conllevaba también cometer los errores que se subsanaron con la experiencia y la formación. Los que después lo siguieron aprendieron en parte de él, porque siempre está dispuesto a compartir su experiencia con los demás. Hoy día falta terreno en Sotogordo para construir invernaderos y los jóvenes volvieron a la huerta. El sector, creo que no se exagero si digo que dio un giro de 180º.
Él trabaja en lo que le gusta, es su propio jefe, en tiempo de campaña da trabajo a otras personas, aunque los tiempos no son de bonanza, y cuenta con el respeto, admiración y cariño de su familia. En su día le dediqué un poema y una de las estrofas dice así:
Él creía en la tierra
y creía en su trabajo,
nada que le dijeras
podía desanimarlo.
Hoy día viven muchas familias del cultivo bajo plástico en Sotogordo.
Autora: Loli Cáceres.
Sotogordo, abril de 2011.
Sotogordo, abril de 2011.
